domingo, noviembre 27, 2005

Los tramposos de siempre.

A los 15 años Max se lucía manejando, sin licencia, el auto de su madre. Ni siquiera le inquietaban los controles policiales porque entre sus tarjetas atesoraba la del compadre de su papá, un honorable diputado de la republica. A los dieciséis consiguió una baliza de investigaciones, de intensas luces azules, que conservaba bajo el asiento. Cada vez que sus compañeros de colegio subían al auto, colocaba la baliza sobre el techo y simulando una persecución, evitaba los tacos y las luces rojas.

Cada marzo, a la vuelta de vacaciones, la presencia de Max en el curso desconcertaba a sus compañeros que ya habían asumido que debía repetir el año anterior por sus bajísimas calificaciones. Tampoco entendían como se había salvado de la expulsión cuando descubrieron, en tercero medio, que se había robado el libro de clases y que había adulterado sus notas.

Cuando estaba en edad de rendir el examen de conducir, Max se dirigió a una localidad rural, cerca de Santiago, para evitar el tedio de las colas, el papeleo de los tramites y la adrenalina de los exámenes. Un concejal, que le debía muchos favores a su padre, lo recibió en su casa de campo con abundante vino de exportación, carnes en su punto y una flamante licencia de conducir.

En diciembre de ese año, Max debía rendir la PSU y su anhelo era estudiar derecho, tal como lo había hecho su abuelo y su padre. Sin embargo, tenia asumido que no seria fácil prolongar esa tradición familiar por el bajo promedio de sus notas y por la nula preparación de las pruebas, aun cuando se había matriculado en un preuniversitario.

Un amigo le dio la dirección de la imprenta y el nombre del contacto. Max se presento solo y la al hora pactada, dispuesto a cancelar los 25.000 pesos que pedían por un facsímil que contenía las preguntas de la prueba oficial. La compra de ese material solo se podía efectuar a la hora de colación, cuando los talleres de la imprenta estaban vacíos.

Después de juramentar que guardaría silencio y entregar el dinero, Max se dirigió a su casa con las pruebas bajo el brazo. Durante una semana resolvió los mismos ejercicios, una y otra vez, memorizando las respuestas correctas.

Mientras aguardaba que le estragaran la prueba de lenguaje, Max se mordía lo poco que le quedaba de uñas y respiraba como si le faltase aire. Su eventual ingreso a la universidad dependía exclusivamente de la autenticidad de las pruebas filtradas. Las manos le temblaban cuando abrió el sobre que contiene la prueba, hasta que reconoció el encabezado de la primera pregunta y respiro aliviado.

Muchos de sus compañeros de colegio se extrañaron al leer el nombre de Max entre los seleccionados a la carrera de derecho. La parentela en cambio, se hincho de orgullo y lo citaban como ejemplo en las reuniones familiares. Su padre lo recompenso con un auto del año y le doblo la mesada.

Actualmente Max acaba de egresar de la Escuela de Derecho gracias a una tesis prestada y cientos de certificados médicos escritos por el mismo. Entre sus tarjetas todavía atesora la del compadre de su papa, ahora senador. A menudo aparece en las paginas sociales de diarios y revistas, posando junto a autoridades, con un vaso de pisco en la mano y la sonrisa estampada en la cara.

"Esta historia me la encontré navegando por la red. No es mía y, a parte de estar bien redactada, tiene un sentimiento muy profundo de alivio, por haber escrito una realidad. En todo caso, si es falsa, el poder de imaginación es potente"

"Yo también he sido tramposo, pero sin lukas"

sábado, noviembre 26, 2005

El odio

"Dionisio said...

Toda esta basura huele a las axilas ladillentas de los picantes
del Charchis, que se esparcen como cucarachas con su trasnochado
aspecto de intelectuales al cuete. Como nacieron cagados, sobaquean
literatuta mexicana y se juran alternativos con cursilerías musicales
que compran por dos lucas en el Biobío. Huelen a perro mojado, se los
come la envidia y son el paradigma del revolucionario maricón y
mediocre. Hay weones preocupados de las minas del jefe, cuando tienen
mierda y media en lo que intentaron de hogar, con cabros chicos a la
buena de Dios, carreras a medio terminar y el inconfundible tufo a
birra de litro. ¿Y los muy agilados pretenden cagar a Saieh, Claro y
Piñera con esta weá? vayan a lavarse la raja, resentidos de mierda."

Imaginense mi pena